EL TEMPLO

El fenómeno cultural rotense es complejo. Obra de largos siglos, acumula elementos muy variados: épocas y estilos diversos, reformas y añadidos de muchas manos, aportaciones e influjos de lejanas y extrañas procedencias.

Las dificultades que surgen a la hora de ajustar las fechas documentadas, con los criterios técnicos en boga, no exime de agotar los esfuerzos de interpretación en torno a dichas calendaciones. Estas, aún supuestas las manipulaciones y reformas posteriores, siempre serán puntos de referencia del máximo interés.

El conjunto arquitectónico se levantó un día sobre el solar y restos de una antigua fortaleza de la que sólo queda memoria escrita de su destrucción, en el año 907. La época que mayor atención acapara es a partir de 957 en que se dedica su catedral y abarca todo el período románico que le sigue. Situada Roda en un área geográfica donde confluyen corrientes franco-catalanas de toda índole, y en una línea de contacto permanente con el mundo musulmán, con la que mantiene cordiales relaciones durante largos periodos, la Catedral de San Vicente se nutre y asimila el saber y gustos que alimentan aquellas culturas.

Roda, cuenta en su episcopologio, hombres eminentes que recorren largos caminos, cultivan relaciones a niveles elevados y conectan con formas y estilos que recopilan y asumen. Sus días de mayor gloria terminan al emigrar sus obispos, pero la Canónica Agustiniana que acoge bajo sus techos, enlaza hasta muy cerca de nuestro siglo y sus hombres son, no sólo los custodios de su pasado, sino los que, con mejor o peor acierto, introducirán las novedades que el tiempo y las circunstancias les aconsejen.

Se han reformado cosas y se han destruido otras. Aún así, en la Catedral de San Vicente de Roda el visitante encontrará una pequeña síntesis histórico cultural de muy alta calidad.

La función de fortaleza militar que tuvo Roda antes de su cometido episcopal, lo insinúa su emplazamiento sobre la colina que un día protegieron murallas, torres y baluartes, acaso con antecedentes romanos. La necesidad de espacio para viviendas, modificó con el tiempo su estructura, pero todavía se observan restos medievales en las arcadas que dan acceso al antiguo recinto murado: y en algún que otro lugar "se advierten el típico ajimez, la belicosa barbacana o la hidalga piedra armera". En los flancos del monte sirviendo de base a las construcciones de hoy, no sería difícil desenterrar otros resíduos de venerable antigüedad. Tras la cara norte del recinto catedralicio, siguen en pie los bajos de la llamada "Torre Gorda", espacio cubierto en semiesfera. Sobre él se levantaba la antigua torre de defensa que fue abatida en las primeras décadas del XVIII aprovechando sus materiales para construir el actual campanario y pórtico de la catedral. Era de unos 100 palmos de altura y sus muros medían 16 palmos en la base y 14 en la corona.

El plano superior de la plaza de San Pedro, delante de la catedral, fue cementerio. Había que cruzarlo para subir al templo por una rampa rocosa que fue rebajada durante la ocupación de las tropas francesas en la Guerra de Sucesión (1709). Trasladado el cementerio detrás de la catedral, se construyeron las gradas que hoy sirven de acceso, en las primeras décadas del s. XVIII. La plaza, evocadora de tantos recuerdos, recientemente restaurada, produce sensación de aliño y austeridad. La rodean arcos, casas porticadas, fachadas y aleros de rústica factura, pero con sabor y colorido añejos, destacando a conveniente altura su complejo catedralicio.

El templo se proyecta en su día como una edificación ambiciosa, justificable, no por lo reducido del lugar que la acoge, sino por la función diocesana como sede catedralicia que fue. Es una de las grandes realizaciones de su época en el norte de Aragón. El paralelo más cercano que cabe adivinar en su programa de fondo, es Santa María de Obarra. Para otros ejemplares de su género hay que trasladarse al sur de Francia donde San Aventín de L'Arboust, Santa María de Arlés o la Catedral de Elna, ofrecen diseños similares.

Recordemos, resumiendo, que arruinada la catedral primera, obra de los condes Ramón y Garsenda en 957, por la incursión de Abd-Al-Malik en 1006, la necesidad impone su restauración una vez la situación se normaliza, acaso en los últimos días del pontificado de Aimerico, hacia 1015, y más seguro durante el pontificado del obispo Borrel, 1017-1026; aunque será el obispo Arnulfo, su sucesor, quien la consagra de nuevo en vida de Sancho el Mayor, 1027-1035. Sin duda que las obras continuarían después de esta segunda consagración, merced a los recursos y patrimonio acumulado en su dotación: por lo que no es raro afloren detalles de época posterior.

Se fundamenta sobre una plataforma rocosa que desbordan los apéndices catedralicios de coro y criptas. Su planta adopta el clásico rectángulo, cerrado en cabecera por las semicircunferencias absidiales. La del norte hoy se oculta tras la base longitudinal de un muro plano.

Sus ábsides de cabecera irrumpen sobre la calle a la derecha mirando a oriente, en sentido litúrgico, el central de gran altura, a más bajo nivel el de la nave sur, oculto tras grueso muro el del norte y pegado al mismo un cuarto ábside autónomo y postizo. Los dos de primer plano se adornan con relieves de largas bandas, desde el suelo hasta el despliegue de su arquería ciega, a un ritmo de dos y cuatro arquillos, soportando el galce de engranajes que asoma bajo su alero. Es la decoración lombarda que, a través de los contactos franco-catalanes, se hizo tradicional en toda Ribagorza, en la que Roda sería uno de los primeros modelos y foco de irradiación.

La alzada es de sillarejo, desbastado a simples martillazos y alineado sobre gruesas capas de mortero. Se cubren con techos cónicos de loseta al estilo montañés. Todo es tosco: piedra sin escodar, despezos anchos, perfiles alterados dentro de una anatomía de equilibrio y ritmo, fruto de una técnica incipiente y austera: justamente la que PUIG y CADAFALC atribuye a los primeros balbuceos del arte románico entre nosotros.

Entre banda y banda del cubo central, se acomodan las ventanas a doble altura, tres que iluminan el presbiterio, con doble derrame y arcadas de estrecho dovelaje, y las que alumbran la cripta, a poca altura del suelo, que se cierran en archivoltas a modo de estrechas aspilleras. La diferencia de este doble juego de vanos, revela distinta técnica, que se acusa también en el paramento; de aparejo algo más corto y grueso en su base y algo más plano y estirado por encima del techo de la cripta. En las lesenas, los sillares se disponen primero horizontalmente y se alternan en forma atizonada a partir de la misma altura.

Acaso estas diferencias pongan de relieve, distintos momentos en la construcción del ábside central, apuntando a posibles restos de la catedral de 957. Sabemos que aquel templo no fue arrasado del todo. Alude a ello un acta de 1068, cuyo texto describe como "casi totalmente destruida por los paganos". Se refiere a la incursión del año 1006. Pero si lo fue "casi totalmente", no lo sería del todo, y sobre aquellas venerables ruinas se levantó la que consagrara Arnulfo. El aprovechamiento de tales restos, de práctica muy generalizada, tanto por el ahorro de obra que suponen, como por el margen de concesión a la nostalgia del pasado, se repite con frecuencia en Ribagorza. San Clemente de Tahull conservó los muros, poco más que simple mampostería y ventanas de suma rusticidad, de la iglesia anterior a a consagrada en 1123. Lo mismo se hizo con las bases de la torre de Santa María allí mismo consagrada al día siguiente. Son elocuentes los detalles que ofrece la cripta de Alaón, anteriores al presbiterio levantado en 1123, cobijada con cariño bajo la nueva cabecera.

Desentonan, asimismo, de las corrientes románicas que prevalecen en Roda otros detalles, remanentes, tal vez, de construcciones más antiguas. Las listas horizontales de loseta colocadas a modo de V decantada, formando como una espina de pez, conocida en el argot romano como opus spicatum (obra de espiga), que exhiben el muro oriental, claustro y capilla de San Agustín; son raras, acaso únicas en el país. En Cataluña oriental aún parece que se usa este sistema. Pero DEULOFEU y CADAFALC atribuyen las que observan en monumentos románicos catalanes al período prerománico del siglo X o antes. En opinión de Serrate, el método que, en sus orígenes tuvo carácter constructivo, derivó luego hacia formas decorativas. Podemos garantizar que las de Roda son anteriores al siglo XII. La capilla de San Agustín consagrada en 1107 para oratorio de la enfermería, se edifica sobre obra ya hecha, aprovechando un ángulo de la antigua muralla que se levanta en bandas espigadas, desde sus mismos fundamento ocultos en una estancia semisubterranea.

La estancia es de planta cuadrada, cuya bóveda alterna su eje con la del oratorio superpuesto; de manera que, cuando la superior se cubre con bóveda de rústica laja, el subterráneo se aboveda con sillares de tosca bien canteados, cuyo arranque se desarrolla a partir de un sistema de dovelas, sentadas en recto, sobre dinteles de madera. El muro oriental en forma de ábside semicircular al exterior, se corta en plano al interior; en él se cobija un pequeño nicho hemisférico a ras de suelo y una ventana de boca triangular que, rodeando el muro asoma al exterior por el flanco sur del ábside. En el pavimento, delante del nicho, se abre un pequeño pozo rectangular pavimentado con guijarros de canto, que desagua al exterior por una roza cavada en el suelo. Podría tratarse de un rústico baptisterio por inmersión, praxis que Roda usó y de lo que conservamos también las fórmulas rituales.

Si no fue herencia del arte visigótico, quizás haya que rastrear en el arte asturianos el siglo X los antecedentes de la celosía trepanada que cubre la ventana de la Sala Capitular, abierta a la plazoleta de la salida del claustro. Parece pieza de alabastro. Está tallada en redondo con cuatro ojos circulares y uno central. Es elemento postizo, sin duda aprovechado de otra abertura destruida. La referencia al arte asturiano se justifica en este caso, por no ir más lejos, en las relaciones ribagorzano-castellanas durante el siglo X. Cuando se levantaba la Catedral de Roda en 957, se estaba gestando el matrimonio de Ava de Ribagorza, hija de los condes Ramón y Garsenda, con el bizarro conde castellano Garci-Fernández y, a partir de entonces, los mutuos contactos se prodigaron en busca de unidades políticas más amplias.

Pórtico y torre.

Un pórtico y torres de campanas de corte neoclásico, flanquean la fachada meridional. Fueron realizadas en las primeras décadas del XVIII, durante el mandato prioral de Bartolomé Escartín.

Diseñó el pórtico Silvestre Colás y en 31 de mayo 1724, el Cabildo firmaba contrato con el maestro albañil Dionisio Lanzón, que lo ejecutó. Las obras finalizaban hacia 1728. Se emprendió seguidamente la construcción de la torre sobre los cimientos de la torre románica primitiva. De esta quedan restos en la planta y la puerta de acceso que sigue abierta al plano interior de la nave sur. Los materiales, se aprovecharon del derribo de la llamada "Torre gorda". Arcos rebajados, relieves, cornisas con volutas y aristas de disposición poligonal, reviven el estilo del momento. En la fachada, cuatro hornacinas vacías alojadas en los soportes centrales, acogían esculturas en piedra de San Ramón, San Valero, San Agustín y San Ambrosio, presididos por el diácono San Vicente titular de la iglesia. Su estatua, que aún sigue allí, es obra de un siglo antes por lo menos. Lo ordenó poner en la fachada antigua, el obispo P. Antonio Serra en su visita a Roda el 11 de diciembre de 1628. Según decreto debía ser "una imagen de bulto de piedra o madera del santo de la invocación de la iglesia, para que se sepa de quién es y el que pasare por delante se encomiende a tal santo".

Portada

La "venerable portada de plena cimbría", a mediodía, delante de la escalinata, luce el abocinado de seis archivoltas concéntricas molduradas, apeando sobre impostas voladizas en zig-zag, que sostienen capiteles labrados, coronando baquetones alojados en los ángulos y esquinas.

La iconografía de estas esculturas representa, entrando a la derecha, la Anunciación, Natividad, Visitación, Epifanía, San Miguel y el dragón, Huída a Egipto; a la izquierda: ¿escena del paraiso?, angel y dragón apocalíptico de siete cabezas, sacrificio de Abraham, San Ramón pontificando, San Miguel pesando almas y Presentación en el templo. El ancho bisel que forman los bordes de la cornisa se decora con exuberante follaje entrelazado, con mayor precisión y detalle en la derecha, acaso obra de mejor cincel. Un semicírculo con cabezas de clavo, remata la orla exterior de la arquería.

Los especialistas calendan esta portada en el siglo XIII y los afectos al arte derivado de la catedral leridana de Gardeny, la contabilizan como producto de aquellas corrientes. Si bien deben ser tenidos en cuenta los contactos entre Gardeny y Roda siempre, existe algún reparo que queremos apuntar: y es que la decoración de la portada de Roda nos parece demasiado austera para el siglo Xiii. Cuando se ha labrado el sarcófago de San Ramón con gran delicadeza, 1170, y en la catedral de Gardeny, 1203-1270 se cincelan bellísimas portadas sin regatear temas y fantasías musulmanas de finísimo acabado que se exportan lejos, sorprende un poca que Roda busque dignificar su vieja catedral ajustandose a unos cánones de perfección tan por debajo de sus modelos; y tanto más, cuanto que parecen demostrables otros contactos a nivel artístico entre Roda y Lérida durante la construcción de Gaderny: como el maderamen del portal de Roda, que sí, es obra mudéjar del XIII: "Trasunto carpinteril con mayor reciedumbre de los mahometanos lazos de seis". Hay otras más pequeñas del mismo taller en la iglesia de Merli, bajadas sin duda de la que, sobre un tozal, consagró San Ramón el23 de Noviembre de 1122. Por último un tercer ejemplar de la misma escuela, acaso sean la puertas más viejas de Gardeny salvadas de los escombros. A todo ello no quiero pasar por alto la coincidencia de un tal Pedro "carpintero y socio" de la Canónica rotense, cuyo fallecimiento, un 13 de Noviembre del siglo XIII, queda registrado en el necrologio del claustro. ¿No podría ser el artífice de tales puertas?

Planos y textos tomados de: "RODA DE ISÁBENA". C.S.I.C. Monografías del I.E.P.. Jaca, 1980.

D. Manuel Iglesias Costa.