LA RAMA DORADA

07.04.2022

Conferencia pronunciada por D. Juan Ramón Ugarte 

en la Jornada sobre Románico en Roda de Isábena

Antigüedad Clásica en Roda de Isábena

La rama dorada en un capitel rotense

("Ramus aureus latet arbore opaca")

(Rama dorada escondida en árbol espeso)

Una lectura cristiana del universo virgiliano

"A nadie se permite bajar a las profundas regiones de las sombras si antes no logra arrancar del árbol la rama de flotantes hojas de oro. Es un don que ha dispuesto se le ofrezca la hermosa Proserpina". (Virgilio, Eneida, Libro VI, versos 140 - 142).

Son ya muchos los años transcurridos desde mi primera visita, de entre las muchas realizadas, a la otrora capital del condado ribagorzano y su sede episcopal, resultando siempre afectado por esa gozosa "ajenación" que ha dado en llamarse "reacción stendhaliana", si bien, sin alcanzar el grado suficiente para su consideración sindrómica por parte de la clínica psiquiátrica.

Y ya desde aquella visita primera, acaso por marcada influencia de mis lecturas infantiles y de los siempre amenos relatos en el seno familiar, captó mi atención el capitel de que se trata, realizando una identificación del mismo con la recreación escénica correspondiente al pasaje virgiliano antedicho, conteniendo, en gran parte, aquellos requisitos de necesaria concurrencia con capacidad de despertar y dar rienda suelta a toda fantasía en la primera edad. Así: una rama de oro que propicia la entrada en el inframundo de quien la porta; una pitonisa, la sibila cumana, de nombre Amaltea, Herófile o Demófile, transmisora, por divina autoridad, de veladas verdades sobrenaturales, impregnadas en ocasiones de artificios y sutilezas; un héroe legendario, Eneas, que, habiendo de arrostrar graves peligros y asechanzas, estaba llamado a grandes empresas por designio oracular; un perro de triple y espantoso ladrido, guardián de las oscuras moradas, al que la sacerdotisa hunde en profundo sopor arrojándole una gran torta amasada de miel y hierbas adormideras.

Doce son los capiteles contenidos en la portada meridional de nuestra antigua iglesia catedral, con labra sencilla que no hace merma en su belleza, y repertorio iconográfico historiado de pronta intelección, dispuestos sin aparente orden secuencial conforme a una correcta cronología, con representaciones que ilustran pasajes de la escritura vetero y neotestamentaria, evangélicos propiamente dichos, joánicos y escatológicos.