SEPULCRO DE SAN RAMÓN

08.04.2022

Se trata de una de las joyas de la catedral. Como ocurre con la propia catedral y otras obras artísticas ribagorzanas minusvalorada en muchas guías y publicaciones.

Está situado en la cripta bajo el ábside central, que posiblemente fue su ubicación original. Se le conoce como sepulcro de San Ramón (Ramón Guillermo, obispo de Roda de 1104 a 1126).

Las medidas del sarcófago son 46 x 166 x 60 cm. y la tapa, 14 x 177 x 67 cm.

El sepulcro está esculpido por tres de sus caras. La cuarta debía ir adosada a un muro.

En la frontal aparecen, de izquierda a derecha, la Anunciación, la Visitación, la Natividad y la Adoración de los Reyes. En la cara lateral derecha está la huída a Egipto. En la izquierda se ve a un obispo, identificado por el báculo, entre dos diáconos.

Son muy curiosos los ángeles portando los símbolos del tetramorfos que sostenían el sepulcro. En 1990 un bloque de ladrillos los sustituyó y hoy se encuentran bajo el altar mayor. Enríquez de Salamanca dice que allí fueron colocados originariamente, teoría que sigue Buesa (1996, p. 10), que afirma que primero estuvo el sepulcro en un arcosolio del claustro y que fue trasladado a la cripta en el siglo XVI, momento en que se le incorporaron los ángeles, que fueron desplazados del altar al instalarse el retablo de Joli en 1533. Lo que está claro es que en el siglo XVIII estaban bajo el sarcófago según atestigua un grabado de la época y que por su estructura no pudieron ser pilares para sostener las cuatro esquinas del sepulcro. Otros, como F. Español (p. 186), piensan que la cripta parece el lugar más adecuado para instalar desde el principio el sepulcro.

La cubierta plana, junto al hecho de estar el sarcófago en alto, ha permitido utilizarlo como mesa de altar. Al tiempo que estar en lugar visible y elevado hacía que los fieles pudiesen acercarse a él, contemplarlo, tocarlo, abrazarlo, dado el poder taumatúrgico que se le confería, como ocurría con todas las reliquias hasta épocas bien cercanas.

Se cree que pudo llegar a Roda en 1170 proveniente de Zaragoza a cambio de la cabeza de San Valero. El rey Alfonso II y el obispo Torroja de Zaragoza, con un amplio séquito, fueron a Roda a buscar la tan preciada reliquia y muchos suponen que trajeron con ellos el sepulcro. Yo no lo veo tan claro pues el traslado de una obra tan valiosa y de tanto peso a través de caminos de herradura no parece tarea fácil. ¿Podría haberse esculpido el sepulcro en Roda o alrededores? Parece más sencillo el desplazamiento del maestro que el del sarcófago. Además, documentalmente, consta la cesión por parte de Roda de la cabeza de San Valero recibiendo a cambio el castillo y villa de Montarruego -hoy caserío cercano a Berbegal- y otras concesiones (Carrillo, p. 138-139) mientras en lugar alguno se menciona la donación del sepulcro.

Festejaron ese año en Roda las Navidades con el rey y el obispo zaragozano otras importantes personalidades. Allí estaban también Guillermo Pérez, obispo de Lérida-Roda, el obispo Guillermo de Barcelona, el conde de Pallars y muchos nobles ribagorzanos. En el sarcófago se depositó el cuerpo de San Ramón el 27 de diciembre del año mencionado, tal y como cuenta Villanueva (p. 311.314) y también Iguacén (p. 53-55) e Iglesias (2001, p. 219-220).

San Ramón había fallecido en 1126 en Huesca al regreso de una expedición en la que había acompañado a Alfonso I y fue trasladado inmediatamente a Roda. Envuelto siempre en fama de santidad, el obispo Gaufredo (1135-1143) organizó su culto y encargó al canónigo Elías escribir su biografía a los pocos años de su muerte.

Ésta se conserva en un códice del siglo XII, depositado en el Archivo capitular de Lérida, que contiene su vida y los oficios a él dedicados y que reproduce Villanueva (p. 314-329).

Según este texto, el transporte de Huesca a Roda se realizó en un ataúd de madera, pero el 16 de noviembre de 1143, el cuerpo fue trasladado a un sepulcro de mármol. El cambio a un nuevo sarcófago en 1170 debió tener como causa el aumento del culto a San Ramón pues no parece que en tan pocos años pudiese sufrir un deterioro importante el sepulcro de mármol.

El cambio (la "traslatio") de un sepulcro a otro mejor era motivo de gran celebración y, cuanto más suntuoso, más dignas de veneración las reliquias en él depositadas.

Los mayoría de autores coinciden en considerar que la ejecución del sarcófago debió ser poco antes de la ceremonia.

Ezquerra considera que fue construido expresamente para ese día y que toda la iconografía del sarcófago -y también la de la portada y la de las pinturas del ábside norte- obedece a la fecha del 27 de diciembre, festividad de San Juan Evangelista. Una canónica agustiniana como la de Roda, fiel al neoplatonismo de San Agustín, cuyos textos inspirarían tanto el Oficio del Día, dedicado a San Juan, y el Oficio de Difuntos, que coexistirían ese día. Día del ciclo navideño entre otras grandes fiestas: Navidad, la del protomártir San Esteban y los Santos Inocentes.

La función festiva parece clara. El cristianismo no ve la muerte como algo a lamentar, sino como un acceso a una vida mejor. De ahí que estas fechas coincidentes con el solsticio, cuando el sol empieza a ganar terreno a la oscuridad, sean muy apropiadas para celebraciones.

Todo el repertorio iconográfico haría referencia a la Encarnación del Verbo, al tiempo que no se ve en lugar alguno representada el alma del difunto, que ya habría ascendido al Cielo el día de su fallecimiento, el 21 de junio de 1126. No hay tampoco plañideras, que no coincidirían con la beatitud de que ya gozaría el santo. Un Pantocrátor rodeado por el Tetramorfos al estilo de Tahull tampoco aparece pues no se trata en modo alguno de infundir miedo, sino alegría.

Pasemos a describir las escenas empezando por el frontal. A la izquierda tenemos la Anunciación. En ella, ambos, el ángel y la Virgen están de pie. El ángel levanta el índice de la mano izquierda mientras con la derecha sostiene una flor de lis. La Virgen extiende al frente las palmas de las manos en señal de asombro y muestra una corona ornada con perlas.

En la Visitación se abrazan la Virgen y Santa Isabel, ambas con nimbo.

La escena del Nacimiento presenta a la Virgen recostada en una cama cubierta por amplios ropajes y con un brazo doblado sobre cuya mano reposa la cabeza. San José, con la mano derecha levantada, apoya la izquierda sobre un bastón con el mango en forma de tau, sin aparecer tan ausente como en muchas otras representaciones. Tanto la Virgen como San José llevan nimbo.

El niño está situado en una cuna encima de la Virgen mientras buey y mula lo calientan aproximando sus hocicos a las ropas que lo envuelven.

Entre la Virgen y el Niño hay esculpida una estrella de ocho puntas inscrita en un círculo.

En la Epifanía, la Virgen, sentada en un trono, tiene el Niño sobre su falda y lo sujeta con las manos. El Niño está descalzo y extiende su mano para recibir el presente que le ofrece el primer Rey, que está iniciando una genuflexión. El segundo y tercero de los Reyes llevan copas en su mano izquierda mientras presentan la palma de su derecha abierta, postura característica en este sarcófago. Las coronas de los tres están adornadas con perlas. Probablemente los Reyes representan las edades del hombre pues el último es imberbe. Una estrella similar a la antes descrita corona la escena situada sobre el Niño.

En el lateral derecho vemos la Huída a Egipto. San José guía al asno tirando del ronzal mientras con la otra mano sostiene un palo del que cuelgan dos bolsas con sus pertenencias. La Virgen cabalga sentada de costado con el Niño entre sus brazos. El ángel, del que sólo vemos medio cuerpo, supervisa la escena.

En el otro lateral, un obispo (¿San Ramón?), reconocible por la mitra y el báculo, preside alguna celebración colocado entre dos diáconos, uno sosteniendo un libro y el otro una cruz. Ezquerra sostiene que no se trata de un obispo sino que lo que se ve es la realización de una misa de réquiem, lo que no enlaza mucho con el resto de su teoría.

En este conjunto de escenas del ciclo navideño se nota la ausencia de la matanza de los Santos Inocentes, lo que hay que atribuir al ambiente festivo que se quería trasmitir en esta celebración, alejando, pues, cualquier escena cruenta.

Yo no conozco ningún otro sepulcro románico con una iconografía similar. Únicamente la escena del lateral izquierdo puede haber representado un episodio de la vida del santo, lo cual si es frecuente en muchos.

En época paleocristiana sí que son comunes las escenas de la Natividad y la Epifanía como se puede ver en el Museo Departamental del Arles Antiguo en el sarcófago de la Natividad.

Durante el románico en frontales de altar es corriente representar el ciclo navideño. Varias muestras pictóricas catalanas de épocas no muy lejanas en el tiempo lo hacen. Cardet, Lluçá o Aviá son buenos ejemplos. El de Cardet, hoy en el MNAC, también ribagorzano, pero un siglo más tardío.

Esto me lleva a pensar que quizás el maestro que realizó el sepulcro ya pensó desde el principio en su uso como mesa de altar y la parte larga esculpida con las escenas principales realizaría la función de antipedio.

Se ha intentado enlazar esta obra, cuya calidad es innegable, con rostros, vestuario y objetos tratados minuciosamente, con otras esculturas.

La estrella de ocho puntas que aparece en la escena de la Natividad y en la de la Epifanía en Catalunya Romànica (p. 418) la consideran emparentada con la que centra la portada que comunica el claustro con la iglesia en San Pedro el Viejo, lo cual no es del todo cierto, pues la estrella de San Pedro el Viejo es diferente y contiene una estrella menor en su interior. Hay quienes relacionan las Epifanías de ambas obras, lo cual aún está más alejado de la realidad.

Una Natividad coronada también por una estrella y con un aire cercano a Roda aparece en un capitel del claustro de Sant Pere de Galligants. En la obra citada sí que señalan las semejanzas de algunos detalles del sarcófago con los capiteles de dicho claustro.

También ven en la misma obra similitudes del trono de la Virgen con los de las tallas románicas de Auvernia, especialmente con la Virgen de Orcival, y también con la borgoñesa Notre-Dame-la Brüne de Tournus, pero en Roda el reposabrazos es redondeado y la Virgen no se apoya en él, al contrario que en Orcival o Tournus.

Español (p. 184-185) señala las semejanzas de la escena del obispo con la cara lateral del sepulcro de San Sernin en San Hilario de Aude Carcasona, si bien también remarca la mucha menor clasicidad de la obra rotense. Asímismo, habla también de la misma escena en el sepulcro de Doña Sancha, hoy en las Benitas de Jaca.

Hay quien vincula esta obra a los maestros que trabajaban contemporáneamente en los talleres de la Seo zaragozana, pero esta relación estaría basada fundamentalmente en el hecho de que el sepulcro lo hubieran traído de Zaragoza y hubiese sido tallado allí.

Se han señalado también las semejanzas con algunas iglesias navarras. Iconográficas con la portada de San Miguel de Estella las hay: la temática navideña, la estrella en la Epifanía, ... O con los capiteles de Eguiarte. Porter (1923, p. 46-47) las veía incluso con la catedral de Tudela y la portada sur de Santiago en Puente la Reina, lo que es ya mucho imaginar.

Las relaciones manifiestas son entre las escenas del sepulcro y los capiteles de la portada de la misma catedral de Roda, aunque entre ambos haya muchas décadas de diferencia, siendo un tema a dilucidar el porqué se repitió la misma temática.

He dejado para el final hablar de los ángeles que estaban bajo el sarcófago y ahora están bajo el altar mayor, colocados arbitrariamente. Ángeles que suponen un tetramorfos muy singular pues cada uno sostiene la cabeza de uno de los símbolos de los evangelistas. Especular con el hecho de que el autor de estos ángeles fuese el mismo que el del sepulcro no parece verosímil dadas las diferencias formales, especialmente en las ropas y también en los rostros.

Se los ha relacionado con muy diversas obras.

Carbonell (1974, p. 79) los relaciona con el altar de Obarra. Es de suponer que se refiere a las figuras esculpidas que se hallaron bajo el pavimento y que ahora adornan frontalmente el altar. Las similitudes en este caso se reducirían a la forma del plafón al que están adosadas.

Jacques Lacoste (Signos, 1993, p. 117) adjudica dichos ángeles a un maestro que trabajó en Aragón hacia 1170 y señala su parentesco iconográfico con la obra de Leodegarius, que trabajó en la portada de Santa María de Uncastillo.

Pach i Buira fantasea con la similitud entre estos ángeles con la talla de San Juan que figura en el ábside principal de la catedral, a la que también relaciona con la escena del obispo y los diáconos (Catálogo, 1974).

Buesa relaciona, en cambio, el tratamiento de los ropajes de estos ángeles con los maestros provenzales que esculpieron los ancianos del Apocalipsis de la portada de la Seo zaragozana (BUESA, 2007, p. 1304).

Durliat es quien más ha estudiado este tipo de ángeles portando los símbolos del Tetramorfos. Considera que en el románico solo aparecen a ambos lados del Pirineo y que, en el caso de Roda, iconográficamente responden al mismo programa que el del sepulcro. En el tímpano de San Aventín de Larboust llevan en la mano las cabezas nimbadas como en el Pantocrátor de Tahull (en este caso pintados).

Tímpano de San Aventín

En la ventana oeste de San Andrés de Sureda solo aparecen en círculos los que portan a San Marcos y San Lucas.

En la decoración pictórica de San Miguel de Engolasters (hoy en el MNAC) también, siendo en este caso contemporáneos del sepulcro.

En San Martín de Fenollar, al tener la cabecera plana, está el Pantocrátor con el Tetramorfos pintados en la bóveda y los ángeles tienen los símbolos en brazos. También está el tema en un pilar del claustro de San Bertrán de Comminges y en el tímpano de San Justo de Valcabrère, en este último caso sosteniendo las cabezas representando los evangelistas con las manos, al igual que en Roda.

Tímpano de St-Just de Valcabrère

De todos modos, hay más ejemplos fuera de la zona pirenaica, algunos muy conocidos como los tímpanos de Moradillo de Sedano y Santo Domingo en Soria, muy emparentados entre sí.

Santo Domingo. Soria

La particularidad de Roda sería ser el único caso donde no forman parte de una Teofanía.

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